EL 20 DE MAYO PARA LA MASONERÍA CUBANA.

    Recordar, valorar la significación histórica de la fecha del 20 de Mayo es un deber ineludible para todo cubano que se precie de amar la historia patria. Durante décadas la historiografía marxista cubana post 1959 con trazos denigrantes caracterizó la República que nació el 20 de mayo de 1902[1], para la que aún se utilizan términos como “pseudo-república” y “neocolonia”. Sin embargo, dentro de la propia Cuba socialista se han ido levantando voces autorizadas que en parte han ido reivindicando la importancia histórica del 20 de Mayo para los cubanos, fecha en que Cuba emergió como República en el orden mundial.

    Para la Masonería cubana el 20 de Mayo significó un logro, un anhelo hecho realidad, institución que entre sus principios fundamentales tiene la construcción de una sociedad más justa, democrática, que siempre presentó batalla contra los órdenes despóticos, y  que por naturaleza tiene a la República como el medio ideal para su existencia y desarrollo,  no podía sino mirar y valorar con buenos ojos la naciente República de Cuba. Y no podía ser de otra forma, ya que no hay que olvidar  que en logias masónicas se fraguaron las primeras conspiraciones  independentistas, que las primeras y principales figuras del independentismo cubano fueron masones, baste mencionar nombres como los del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, el Generalísimo Máximo Gómez, el Apóstol José Martí, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, Francisco Vicente Aguilera… y muchos más resultando en un listado infinito imposible de abarcar en un trabajo de este tipo. Razones que llevaron al Congreso de Historiadores Cubanos de 1943 a la afirmación de que “la masonería fue la institución que más contribuyó a la Independencia de Cuba”.

 La nueva República de Cuba y la Masonería.

    Con el nacimiento de la República consagrada en la Constitución de 1901 la masonería experimenta un clímax de efervescencia[2], si bien caracterizada por el esoterismo de sus rituales, como institución logró los medios para convertirse en uno de los entes de mayor incidencia social. La Gran Logia de la Isla de Cuba vio engrosar sus filas en varios miles de miembros, muchos de los cuales provenían de las huestes libertadoras mambisas que prestigiaron la fraternidad. La incertidumbre política y la crisis económica propiciada por los estragos de la guerra, sin dudas, influyeron en que muchos atendiendo a los postulados de la masonería como su carácter fraternal, espíritu de beneficencia, los principios universales de igualdad humana y libertad de conciencia que defendía junto a otros, encontraran en ella un asidero de esperanzas. Todo ello unido al buen prestigio de muchos masones a lo largo y ancho del país, erigidos en paradigmas sociales y que constituyeron parte de la vanguardia cívica y patriótica de nuestro pueblo en aquella época. Por lo que para entonces resultaba muy difícil encontrar acto o emprendimiento en aras del adelanto social, en cualquier espacio de nuestra geografía, donde no estuvieran presentes los masones.

    Para los relacionados con la Historia de la Masonería en Cuba no hay dudas de que con el nacimiento de la Republica el 20 de mayo de 1902 se inicia la etapa de mayor de esplendor de nuestra masonería.[3] Desde el primer momento la masonería se vio representada e identificada en aquella nueva sociedad, y si bien en 1899 al finalizar la dominación colonial española apenas existían unos ochocientos masones en Cuba distribuidos en unas pocas logias, una década después se contabilizaban 3000 en 67 logias, y 14 000 para el 1924 en 154 logias.[4] Pese al poco por ciento de los masones entre la población general existente en Cuba para entonces, llama la atención el peso de la masonería en aquella sociedad y el gran prestigio del cual gozaron sus miembros, por lo general, llevándolos a escalar a las más altas posiciones políticas y el reconocimiento del pueblo. Don Tomás Estrada Palma, nuestro primer Presidente, orgulloso hizo pública su condición de masón, y no fue el único masón en ocupar la primera magistratura. Otros masones llegaron a convertirse en senadores, representantes, gobernadores, alcaldes, magistrados de audiencias, rebasando el marco político también en prósperos comerciantes, periodistas, profesores e intelectuales, artesanos y simples trabajadores, pero siempre con el reconocimiento de un pueblo que los tenía como hombres de bien.

    El elitismo en la masonería en esta etapa se buscó más en las cualidades morales y cívicas del individuo, que en condiciones económicas, raza o pertenencia a determinado sector de la sociedad. Tenemos como ejemplo al distinguido patriota y masón Juan Gualberto Gómez[5], negro hijo de esclavos, hombre de confianza de Martí,  uno de los  encargados del alzamiento del 24 de febrero del 1895. Quien tuvo el honor de ser de los artífices de la Republica nacida el 20 de mayo, ya que fue elegido a la Asamblea Constituyente de 1901. Instaurada la República fue más tarde miembro de la Cámara de Representantes y el Senado. De ascendencia negra y masón de prestigio fue Martín Morúa Delgado, también elegido para la Asamblea Constituyente, quien pese a su procedencia se elevó a los más altos puestos políticos de la época como el de Presidente del Senado, y quien tuvo el honor de ser el primero de su raza en convertirse en  titular de una Secretaria, como se le llamaban entonces a los Ministerios en Cuba.

    Hasta en la adopción de los símbolos patrios estuvo presente la influencia de la Masonería en la Republica nacida el 20 de mayo de 1902. Siendo los tres más importantes el escudo, la bandera y el himno, creados los dos primeros por el masón Miguel Teurbe Tolón a petición del también masón Narciso López. Igual caso con el himno, cuyo autor el masón Pedro “Perucho” Figueredo, fue una de las figuras más relevantes en la Guerra de los Diez Años. Los tres símbolos patrios consagrados en la larga lucha por la independencia y abonados con la sangre mambisa de los héroes de la Patria.

    La masonería de entonces llevó a cabo una intensa actividad social, ya en su meritoria faceta benéfica en pos de una sociedad más humana, con la creación a su cargo de instituciones de salud, por ejemplo el primer Hospital de Emergencia de la ciudad de Santiago de Cuba se debió a los masones. Asilos para desvalidos, sobrevive todavía en la Habana el Asilo Llansó así bautizado en honor al entonces Gran Maestro de la Gran Logia Enrique Llansó. Innumerables becas de estudio fuero costeadas por la masonería a niños y jóvenes de escasos recursos económicos. En la educación influyó decisivamente la masonería cubana de entonces, ya en su constante lucha por la enseñanza laica, como en la fundación de prestigiosos centros, constan La Escuela Moderna y la Escuela del Hogar ambas en Santiago de Cuba, y  la Universidad  Nacional Masónica “José Martí” que radicó en el Templo Nacional Masónico en la Habana, entre otras.

    No se quiere terminar la presente sin antes expresar que el 20 de mayo fue oficialmente instituido,  durante el gobierno de Estrada Palma, como una de las tres fechas de fiesta nacional de manera conjunta con el 10 de Octubre y el 24 de febrero. Las cuales siempre fueron días de veneración a la patria, a los héroes que la forjaron y de fiestas populares. Razones todas que nos llevan a la conclusión que bien merece el  20 de mayo ser considerado un día de memoria nacional, el día del nacimiento de la República de Cuba, reconocido no solo por los masones sino por todo el pueblo de Cuba.

 

Bibliografía:

Cairo Ballester, Ana. 20 de Mayo ¿Fecha Gloriosa? Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2002.

Horrero Estuch, Leopoldo. Martín Morua Delgado, Vida y Mensaje. Editorial Sánchez, La Habana, 1957.

López Civeira, Francisca. Cuba seis décadas de historia entre  1899 y 1959. Editorial Félix Varela, La Habana, 2009.

Márquez Sterling, Carlos. Don Tomás, Biografía de una época, Editorial Lex, La Habana, 1952.

Ponte Domínguez, Francisco J. La Masonería en la Independencia de Cuba. Modas Magazine, La Habana, 1954.

Sánchez Gálvez, Samuel. Legados perdurables de la masonería en Cienfuegos. Ediciones Mecenas, Cienfuegos, Cuba,  2010.

Torres Cuevas, Eduardo. Historia de la Masonería Cubana, Seis Ensayos, Imagen Contemporánea, La Habana, 2005.


[1] Pese a la imposición de la Enmienda Platt el nacimiento de la República de Cuba fue el resultado de largos y duros años de lucha por la Independencia, y al deseo de la mayoría de los cubanos de entonces de ser libres. Ya pocos después en la propia etapa republicana no socialista nuestro pueblo logro su total reconocimiento como Estado soberano, independiente.

[2] Aún antes, desde los inicios de la Ocupación Militar Norteamericana, cuando grandes funcionarios de la masonería cubana, como el Gran Maestro de la Gran Logia de Cuba y el Soberano Comendador del Grado 33, se vieron beneficiados por el Gobernador Militar al ser investidos en altos cargos gubernamentales; a lo que hay que agregar la presencia de masones en las filas interventoras, comenzando por sus propios comandos superiores tal los casos de John Brooke y Leonard Wood, lo que propició el entendimiento de éstos con sus semejantes cubanos.

[3] Aunque algunos historiadores limitan esta etapa de esplendor de la Masonería cubana hasta el 1933 con la caída de Machado, el autor prefiere extenderla hasta el 1958, haciéndola coincidir con la primera etapa republicana no socialista

[4] Eduardo Torres Cuevas en Historia de la masonería cubana, pp. 229

[5] Hoy el Museo Juan Gualberto Gómez en La Habana guarda el mallete que este patriota utilizaba en sus sesiones fraternales. 

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Colaboración/Investigación: 

  • V∴H∴ Julio De Agüero Sanchez: Pasado Venerable Maestro de la Respetable y Meritoria Logia Armonía, Santiago de Cuba, Gran Logia de Cuba de AL y AM.
  • Q∴H∴ Jorge J. Romero: California Hispanic & Latin American Research Lodge.
  • Translated from Spanish to English by META AI.